Dublín es una ciudad que cada vez gana más enteros como destino turístico para puentes, fines de semana largos y escapadas de corta duración. Muchos visitantes, aparte de conocer la ciudad, aprovechan su viaje para intentar acercarse a algunos de los lugares míticos de la Isla Esmeralda. Los Acantilados de Moher, en la costa oeste, es uno de ellos.
El DART es el principal tren de cercanías de Dublín. No obstante, es un tren con un importante atractivo turístico, ya que conecta la capital irlandesa con algunas de las localidades más habituales para hacer excursiones de un día. Así funciona la línea de tren más popular del área de Dublín.
Belfast es la capital de Irlanda del Norte y está situada a unas dos horas de coche de Dublín. Es una ciudad trístemente célebre por las luchas internas entre comunidades católica y protestante, pero que aparte de esa imagen de conflicto dispone de otros muchos atractivos.
Howth es un pequeño pueblo situado al norte de Dublín, con tradición pesquera. Allí podemos visitar el castillo, las ruinas de la Abadía y contemplar los paisajes naturales desde su faro o la colina que domina al pueblo. Si vamos en verano, también podremos visitar la isla del Ojo de Irlanda.
Malahide es un pequeño y tranquilo pueblo irlandés situado a pocos kilómetros al norte de Dublín, en la línea del DART. Destaca por su ambiente encantador, sus buenos cafés y restaurante y su castillo y jardines, que tuvieron gran importancia en la historia medieval de Irlanda.
Al sur de la Bahía de Dublín encontramos algunas localidades que tienen fama de alojar a los ciudadanos más ricos y famosos de Dublín. Son localidades costeras con encanto cerca de la capital como Dalkey o Sandycove, donde se encuentra también el Museo de James Joyce.
Bray es una ciudad de playa situada al sur de Dublín, al final de la línea del DART. En otros tiempos, era considerado uno de los principales centro de veraneo cerca de la capital y, aunque ha perdido algo de ese carácter, su playa y sus vistas la siguen haciendo atractiva.
Glendalough es uno de los parajes naturales más bellos que podemos disfrutar a pocos kilómetros de Dublín. Enclavado en las colinas del condado de Wicklow, nos ofrece dos lagos impresionantes y los restos del monasterio que fundó San Kevin a finales del siglo V.